Carmen

En 2000, carmen mckever Le diagnosticaron fibromas uterinos del tamaño de cabezas de alfiler. Lo que no sabía era que estos pequeños tumores tendrían un gran impacto en su vida.

Como muchas mujeres, Carmen descubrió que tenía fibromas accidentalmente. Mientras visitaba a su ginecólogo para extirpar un quiste ovárico, también descubrió que tenía fibromas. “[Mi ginecóloga] me extirpó el ovario y me dijo: 'Ah, por cierto, vi unos miomas en tu útero'”, explicó Carmen. "No pensé nada en eso en ese momento".

Pero en unos pocos años, Carmen comenzó a desarrollar síntomas graves, como períodos abundantes, largos y dolorosos, y un ciclo la dejaba sangrar durante un mes seguido. Con una carrera como enfermera titulada, esto hacía que su vida laboral fuera insoportable. "Los fibromas realmente impactaron mi vida diaria". Carmen le dijo a Ask4UFE. “Profesionalmente soy enfermera. En mis instalaciones, nuestro uniforme es una bata blanca. Como puedes imaginar, cada mes era como una pesadilla”.

Pero este no fue el único uniforme que tuvo que usar Carmen. Durante su período, Carmen describió tener “un arsenal” con ella –y encima– para evitar accidentes. Un día cualquiera que estaba menstruando, Carmen admitió tener que usar un tampón de súper absorbencia, dos toallas sanitarias de ultra absorbencia, una Depender® pañal para adultos y spanx® para mantenerlo todo junto.

Y la cosa no quedó ahí. “Usaría una toalla sanitaria maxi normal en el asiento del spanx en caso de que el tampón de súper absorbencia, las toallas sanitarias maxi ultralargas y el spanx no pudieran mantenerlos juntos”, continuó. “También tenía todas esas cosas en mi bolso por si tenía que cambiarme, lo cual ocurría aproximadamente cada hora”.

Al no poder tolerarlo más, comenzó a explorar tratamientos para los fibromas. Pero para mujeres como Carmen, que quieren una alternativa a la histerectomía, encontrar un médico que las escuche es una batalla cuesta arriba.

“La ayuda que recibí de los profesionales médicos fue operar. Histerectomía. Eso fue todo. Simplemente sentí que me estaban despidiendo”, recordó con emoción. “Muchas veces sentí que era culpa mía tener fibromas. Que estaba haciendo perder el tiempo a la gente porque estaba tratando de descubrir qué iba a hacer y no someterme a una histerectomía, y esa fue la única respuesta que obtuve. En un momento incluso me dijeron que yo estaba detrás de la bola ocho”.

Después de buscar alternativas y no llegar a ninguna parte, Carmen finalmente conoció la embolización de fibromas uterinos (UFE) de un conocido que también padecía fibromas. Después de asistir a una sesión gratuita UFE Seminario hospitalario impartido por el Dr. John Lipman de Instituto Intervencionista de Atlanta, quería escuchar más.

Casi al mismo tiempo, CarmenLa madre de, que también había padecido fibromas, vio al Dr. Lipman en un programa de televisión y la animó a reunirse con él. Carmen, que describió a su madre como su “recurso” y su “mejor amiga”, decidió ir a buscar respuestas a sus preguntas.

"[Dr. Lipman] me tranquilizó”, dijo Carmen. “Me hizo sentir como si no fuera culpa mía tener fibromas. Se aseguró de que tuviera toda la información y de que estuviera bien informado para poder tomar una decisión lógica”.

Para Carmen, decidir conseguir UFE Fue la mejor decisión para ella. La recuperación fue sencilla. Después de descansar durante cuatro días, volvió a trabajar una semana después del procedimiento. “Mi dolor no era nada comparado con los cólicos menstruales que experimentaba todos los meses”, describió. "No era nada que no pudiera manejar".

¿Y ese “arsenal” que describió Carmen? Ahora es cosa del pasado. “No tengo que usar un tampón súper absorbente o un Depender o un spanx”, sonrió. "Y muchas veces olvido que estoy en mi período".

Para Carmen, la perseverancia dio sus frutos y consiguió evitar una cirugía innecesaria. Pero ¿qué pasa con las miles de mujeres que luchan por la misma lucha?

“Espero poder utilizar esta plataforma para que otras mujeres sepan sobre UFE”, enfatizó Carmen. “Mujeres que tienen miedo de usar pantalones blancos y que sienten un chorro de sangre brotar cada vez que se levantan de su asiento. Que rezan para no haber estropeado su asiento en el trabajo o la parte de atrás de sus pantalones o su linda falda cuando salen a cenar o van a la iglesia. Espero que al hacer esto, les haga saber a otras mujeres, tal como descubrí yo, que existe una alternativa”.
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